Roberto Benigni, responsable de la obra maestra que es "La vida es bella", consigue empapar la pantalla de ternura y de pasión por la vida en mundo de guerra.
El director y protagonista de la película es capaz de hacer lo inimaginable: que, por un momento, el espectador se ría de la guerra, convirtiéndola en un juego para salvar la vida y la inocencia de su hijo.
Además de ser inevitable mencionar la inolvidable banda sonora, (donde la música adopta forma de tristeza, alegría y esperanza a partes iguales) es imposible no mencionar al orto héroe de la película, su amada princesa, Dora, que encoge el corazón del espectador al subir al tren.
Y es que, la vida es bella porque, de en vez en cuando, encontramos personas bellas.
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